viernes, 9 de junio de 2023

Cambios en la socialización de los naucalpenses

¿Qué se entiende por violencia? 
¿Cómo los jóvenes de Naucalpan son “señalados”?

La opinión pública deposita en las zonas populares de Naucalpan el origen de la “ola de violencia” que azota a la población en su conjunto, hecho que contribuye a que se generen mapas imaginarios en los que se territorializan los focos de peligro. Este mapa del delito es usado principalmente para mantener un alerta constante en la población que debe tratar de alejarse de estos sectores “infestados” de delincuentes y “gente de mal vivir”. Este difundido estereotipo afecta la imagen propia que la gente de los barrios de Naucalpan tiene sobre sí misma y el barrio.

Cuando se les pregunta si hay hechos de violencia en el barrio comienzan argumentando que gente de la colonia no es,  lo que la gente de afuera dice o como siempre muestra la televisión. Afirman que saben que “…la otra gente cree que todos los que vivimos en una zona popular somos delincuentes y que vivimos una vida fácil, que vivimos de robar…y no es así…acá también hay gente trabajadora y bien…ustedes han visto, hay de todo, como en todos lados…”. Este enunciado esquematiza las representaciones sociales de las que se saben portadores los chicos del barrio y apelan a sostener al mismo tiempo que el barrio no es como dicen “los otros” o al menos no es tan diferente al resto de los sectores de la sociedad en general. Una vez hecha esta aclaración, que consideran de suma importancia, vecinos de la Mancha agregan que en esta área no se registran situaciones de violencias, como ser peleas entre vecinos o entre chicos de la calle, siendo el sector más tranquilo del barrio. 

Con respecto a las problemáticas que las prácticas delictivas acarrean al barrio, hacen la misma salvedad: “…por lo menos aquí es tranquilo…no se dan los 10 robos…cada uno esta en su casa…”. Pero esta aparente tranquilidad de la zona luego, en otras charlas, adquiere nuevos significados ya que las mismas personas que sostenían que no hay episodios de violencia ni robos relatan cómo se alteraron las rutinas del barrio de un tiempo a esta parte. Cuentan cómo ya no pueden salir y dejar la casa sola, ni a los chicos solos, que deben guardar todos los objetos y ropa adentro de la casa, incluso cuando está la familia realizando alguna actividad en la vivienda: “… has dejado algo en la calle, el carro, la moto italika  y ya te lo han llevado…”. De manera más reservada confiesan también que muchas veces tienen que hacer oídos sordos a los insultos de los “mocosos borrachos y drogados esos que pasan pidiendo para "el pomo"…todo para seguir en su desmadre…”. Como vemos estas situaciones, lejos de significar pura tranquilidad, instauran nuevas pautas de acciones en los vecinos, que intentan mantener un estado general de calma frente a los comportamientos y amenazas de los más jóvenes, por lo general, hijos de vecinos del barrio. Gran parte de los actos violentos están relacionados con las acciones desbordadas de jóvenes que violan las pautas de comportamiento y convivencia que funcionan en el barrio. Con esto no se quiere decir que haya un sistema específico de reglas que todos los habitantes del barrio  respeten, de hecho no es así, pero sí existen, especialmente entre los miembros de las familias numerosas y los vecinos más allegados, una especie de consenso con respecto a los favores que se pueden solicitar y a las normas de convivencia que deben estar presentes para no perjudicar al otro. 

Un ejemplo simple de esto es no meterse con el hijo del vecino que es vendedor de droga, si estacionan su auto donde quieren  etc. Como vemos, las relaciones entre vecinos se ponen en juego o en crisis constantemente en el interior del barrio y esta crisis no se resuelve de una única manera, sino que van apareciendo diferentes formas particulares de resolver los conflictos, de acuerdo al contexto y a los participantes específicos del problema. La violencia en el barrio tiene muchas formas y la frontera que separa lo que está bien o no hacer también muestra oscilaciones entre los habitantes. Así, determinados hechos violentos son considerados “aceptables” mientras que otros no son justificados de ninguna manera por ser considerados destructivos de la calidad de vida del barrio. Dentro de cada familia  se establecen ciertos códigos que legitiman determinadas violencias “válidas” y repudian otras “no aceptadas”, hecho que deja entrever una dinámica propia que necesita ser desarrollada de manera exhaustiva. Nos detenemos en los casos de Margarita, su madre y su hermano Ezequiel. El ejemplo de Margarita  citado anteriormente es doblemente significativo, ya que además de la experiencia de abandono de sus padres, actualmente presenta problemas de violencia física ejercida por su madre. Los disparadores de estos hechos pueden ser diversos: lavar mal la ropa, no haber cocinado en tiempo y forma, haber demorado en hacer alguna compra, etc. Las golpizas suelen dejar severas marcas en su cuerpo: moretones, rasguños, hematomas. Ante este hecho los vecinos muestran su disconformidad y utilizan formas simbólicas de desaprobación como ser no saludando a la madre, y advirtiendo de manera secreta a la chica que debe concurrir al palacio municipal  de Naucalpan y poner una denuncia por maltrato. El lema de casi todos los vecinos es “no meterse en problemas ajenos…ellos en su casa y yo en la mía…”. Este consenso de no intervenir activamente en los distintos fenómenos de violencia en los núcleos familiares se sostiene mediante el argumento de que una supuesta intervención acasionaría la agudeza y el descontrol del conflicto inicial, generándose así una ola de violencia y promoviendo enfrentamientos que muchas veces terminan en episodios sangrientos con la consecuente enemistad entre vecinos y amigos a favor de una parte o de la otra. 
La ayuda o solidaridad en estos casos va por otras vías más íntimas o discretas que intentan brindar algún tipo de ayuda pero sin exposición directa de identidades. Esto puede tener que ver con el intento por preservar el lazo social que une a los vecinos, en este caso muy próximos entre sí. Se arriesga esta hipótesis ya que la misma vecina que alentaba a Margarita  para realizar la denuncia a su madre, un mes y medio después acordó en muy buenos términos, debido a problemas económicos, venderle a esta mujer un juego de sillas que le habían regalado unos “patrones” a su hermano. Como vemos, la idea de mantener esos lazos vecinales que involucran numerosos tipos de vínculos, ayudas y solidaridades, se presenta de modo más o menos consciente, ejerciendo motivaciones concretas que pesan a la hora de tomar una decisión que pueda dañar completamente ese vínculo e intercambio material entre vecinos.

(Fragmento de una entrevista: mientras pegaba tabiques y preparaba "la mezcla" , don Nicolás cuenta un episodio con sus vecinos, reflejando la problemática de los lazos sociales que intentan mantener). Observador: ¿Qué piensa de los chicos que roban? Nicolás:  a ésos desgraciadamente habría que meterlos en Barrientos (el penal de Tlalnepantla) y… por empezar a los padres, más por los padres. O: ¿Usted cree que la culpa está en la familia? N: Claro… es el padre…y ellos son los que lo tienen que guiar […] ya va a cumplir doce años, y si yo le doy calle… ¿Qué pasa? entonces ellos se empiezan a drogár, se juntan con amigos, se juntan con el otro y ya despues lo veo drogándose… - A veces el mismo padre lo corrompe, porque el mismo padre es el que va y sale a robar… N: Y muchas veces para tomar…no  lo manda a trabajar, a estudiar,  lo manda a pedir, como hace la gente del otro lao, hay una banda de chiquitos, yo quisiera que usted vea cómo tienen los chiquitos así, le ha pedío pan el otro día, a mi mujer le ha pedío pan. […] debe tener cinco años…se ha sentao ahí la chiquita, dice, yo me voy a sentar a comer pan, porque mi papá me quita.¿Entiende lo que es? ¿Cómo yo le voy a quitar un pedazo de pan a mi hija? Si, si  tiene hambre que lo coma ella, ella primero y después lo como yo. Uy! Aquí las cosas que yo veo.  Como nos ejemplifica este relato, hay hechos que son repudiados por los habitantes, considerados inconcebibles y perjudiciales, ya que dañan a terceros y rompen con los esquemas familiares tradicionales que persisten en el barrio. Así, Nicolás cuenta cómo una pequeña pide permiso para comer el pan en el patio de su casa porque de no ser así, su papá se lo quita. La consigna “los niños primero” en este caso no es valorada y produce el enojo en el vecino que siente impotencia ante estas situaciones que considera inadmisibles. Este episodio no parece aislado, ya que se agrega otro ejemplo de abuso e irresponsabilidad cometido por este papá hacia otro de los chicos, esta vez un bebé que es arrojado al aire en una maniobra altamente peligrosa y en estado de total ebriedad. La reacción de Nicolás queda caduca ya que a pesar de tener ganas,  como confiesa, de saltar la barda de su vecino e intervenir en el suceso, no lo hace y decide demandarlos de manera anónima en el DIF municipal con la esperanza de que se tomen algún tipo de medidas. A lo largo de la charla este vecino cuenta también como prefiere no meterse en problemas con los vecinos, ni con los chicos que delinquen para evitar enfrentamientos violentos que “…nunca se sabe como pueden terminar…uno se mete y por ahí termina herido o muerto…”. Agrega también que no metiéndose en nada protege a su familia de futuras represalias. En la mayoría de las entrevistas y charlas los habitantes confirman compartir una actitud de supuesta indiferencia ante episodios violentos que molestan por ser considerados ilegítimos dentro del tejido social de la zona de "La Mancha". Decimos que la indiferencia es relativa porque provoca el rechazo de los vecinos, quienes se manifiestan con denuncias anónimas e incluso con prácticas simbólicas que van desde no dirigir la palabra a los responsables del episodio hasta hacer público los hechos a los otros vecinos. Estas respuestas a la violencia familiar son altamente significativas porque por un lado, muestran ciertas pautas o reglas que un colectivo considera necesario respetar para mantener un equilibrio moral y afectivo en el barrio pero, por otro lado, cuando se presentan violaciones a estas pautas, se acude a agentes externos (a la policía como en el caso de  Margarita y a los trabajadores sociales como en este caso) a la comunidad para que actúen y restablezcan un posible orden. Sin embargo, más allá de la voluntad generalizada de evitar conflictos vecinales, las disputas entre vecinos son frecuentes, ya sea por la desaparición de objetos caseros, deudas de dinero no saldadas, asuntos de “cuernos” o intervenciones en peleas domésticas si se considera injusto el asunto y desmedidos los golpes. Estos hechos revelan, en una primera instancia, la complicada red de acuerdos implícitos y explícitos entre vecinos que comparten un contexto y vínculos particulares. 

La mayoría de las peleas entre vecinos presentan patrones recurrentes como ser conflictos durante o después de una "pachanga" entre hombres adultos o jóvenes alcoholizados generados por diversas discusiones: desaparición de objetos como telefonos celulares, dinero de alguno que estaba participando de la reunión, no cooperar para el pomo o viejas rivalidades que afloran con la ingesta de alcohol. Por otra parte, las “peleas de morras” protagonizadas por mujeres que  obedecen a variadas causas: chismes pasionales, competencia por el galan del barrio etc.. Las tardeadas  son reuniones períodicas de grupos de personas, por lo general hombres, que se hacen en casas o en pasillos y esquinas, cuyas actividades principales son el consumo de alcohol y drogas.   El primer grupo de problemáticas violentas se caracteriza por ser exclusiva de hombres y no pasar al ámbito público del barrio, es decir, no implicar a las familias o amigos de los protagonistas de las peleas. Pareciera haber un acuerdo que consiste en empezar y terminar el pleito en la calle, no extenderlo al vecindario ni a terceros. Por este motivo los vecinos explican cómo en una pelea entre borrachos “es regla” no meterse ya que “se les pasa al rato y después andan abrazados…como si nada hubiera pasado…”. Pero esto no siempre es así, ya que en otras charlas aparecen relatos que narran pleitos surgidos en una tardeada, que continúan desarrollándose hasta culminar con hechos de sangre como ser un balazo o una puñalada. Además tampoco siempre estas ranchadas permanecen aisladas del resto de los vecinos del lugar, ya que son constantes las quejas por las provocaciones que los alcohólicos o drogadictos efectúan a los vecinos que pasan por el lugar del encuentro. Como vemos, esa generalización de que las peleas de los miembros de una pandilla no llegan a mayores es bastante arbitraria y comienza a no sostenerse cuando, en medio de otros temas, aparecen numerosos relatos de hechos de violencia, cuyo origen se encuentra en las prácticas de estas reuniones.  

Varios relatos detallan pormenorizadamente como al calor de las drogas y bebidas alcoholicas surgen una serie de insultos, considerados ya un clásico por los vecinos y ocasionan algun   enfrentamiento entre familiares y vecinos que termina en un hecho de sangre. Un dato importante es que incluso entre las familias involucradas en las peleas existen parentescos consanguíneos, que actualmente se encuentran afectados por este episodio y continúan generando serias disputas que siempre amenazan con ser tan violentas como la anterior.  Tampoco resulta extraño que la discusión se torne más intensa con el agregado de los familiares y vecinos de ambos bandos. Hasta aquí la historia presenta rasgos comunes a otras historias que ocurren, a las que los habitantes consideran “broncas que no llegan a nada”. Pero el uso del arma de fuego –el fierro imprime a la escena un tinte particular porque “ya la cosa se pone seria…”, es decir, el peligro es evidente. 


 Los límites no están definidos de una vez y para siempre sino que se instauran en la medida en que las mínimas condiciones de seguridad del barrio se ven amenazadas. Un ejemplo claro de esto es el temor que producen en los habitantes “los tiros al aire” de algún vecino que intenta asustar a posibles ladrones, o los que se tiran en medio de peleas para generar un clima mayor de tensión, etc. Los tiroteos quiebran la tranquilidad del lugar y son considerados fuentes de futuros enfrentamientos, que a su vez, atraen las medidas de seguridad del cuerpo de policía de la zona y se crea un ambiente “peligroso”, además de hacer “ver mal” al barrio. Esto explica en parte porqué siempre en una primera instancia y cuando se indaga específicamente acerca de las características de la zona la mayoría de los habitantes afirma que es un lugar bastante tranquilo, sin mayores complicaciones, alejándose de una posible imagen negativa del lugar. Esto sucede en general con los vecinos radicados hace muchos años en la zona, quienes afirman tener buenas relaciones con todos los vecinos de “su época” y explican cómo la llegada de gente nueva es lo que produce “las peleas”. Así, distinguen que la violencia entre vecinos se da siempre con o entre gente que no se conocía de antes. Un primer análisis de esto puede llevarnos a pensar en la idea de pertenencia al lugar que presentan algunos vecinos, diferenciándose de los otros, vistos como los promotores del disturbio y los encargados de “arruinar el barrio”. Sin embargo, hechos como los de peleas entre familias "antiguas" de la zona, desconcierta esta visión y lleva a tratar de explicar estos sucesos como parte de las transformaciones en la sociabilidad del barrio, donde viejos patrones de convivencia dan lugar a nuevas prácticas sociales y a variadas formas de relaciones entre vecinos y familiares que responden al contexto actual, signado por profundos cambios socio-culturales que tienen su incidencia directa en la vida de las personas, sus motivaciones y su organización. 

A modo de conclusión: 

Los nodos de análisis hasta aquí expuestos presentan temáticas o ejes transversales que los relacionan de manera bastante directa. Así, vemos como los núcleos familiares estudiados están atravesados por las problemáticas de inestabilidad laboral y asistencial que presenta la zona, y sobre todo por los conflictos internos  entre vecinos y entre éstos y los jóvenes que, con sus prácticas delictivas socavan la continuidad de las “buenas” relaciones vecinales. La violencia familiar y entre jóvenes y vecinos también ocupa un lugar importante en la comunidad, conformando  distintos modos de relaciones y de reacciones entre los habitantes, que experimentan importantes cambios en los diferentes niveles del orden social del que forman parte. Este complejo de temáticas interrelacionadas explica en parte la crisis social generalizada que están viviendo los sectores populares, no sólo desde una perspectiva económica-laboral, sino también desde una perspectiva psico-social, ya que se están gestando cambios en los sistemas de valores y creencias de las personas, lo que ocasiona, a la vez, la convivencia de varios sistemas de pensamiento y acción disonantes entre sí. Por ejemplo, las delimitaciones entre lo que sería lícito hacer están presentes, es decir, hay una conciencia de ley, pero esto no equivale a decir que dicha ley regule las actividades de las personas en todo momento, ya que las diversas situaciones y contextos son los que llevan a tomar ciertas decisiones y no otras, como ser robar o no; denunciar un maltrato o quedarse callado. La violencia familiar y barrial en todas sus expresiones, el abandono de personas, la creciente delincuencia y conflictos con los grupos juveniles, la inestabilidad laboral, la ineficacia de la asistencia estatal por medio de los planes, la creciente estigmatización de los barrios, la precariedad de las economías familiares, la convivencia de diferentes consensos morales y éticos, la pérdida de estatus de las instituciones estatales –escuela, policía- etc., son algunos de los temas que despiertan el interés de los habitantes, convencidos de que están viviendo períodos de cambios significativos que afectan profundamente a la estructura social. En este sentido, no nos olvidemos que son precisamente los sectores populares suburbanos los que se ven mayormente afectados por estos nuevos procesos de cambios en la socialización, ya que el fenómeno de la violencia en todas sus expresiones, se agudizó sustancialmente, quizás como una forma de respuesta muda al resto de la sociedad, que en su dinámica de funcionamiento neoliberal produce estas sectorizaciones y divisiones sociales. El propósito de la exposición de los distintos nodos que resultaron del trabajo de campo en la Mancha,Naucalpan de Juarez es comenzar a establecer, no sin antes cotejar los diversos trabajos de investigación cuyo objeto de estudio son las áreas y habitantes marginales, las posibles relaciones entre pobreza, formacios culturales, sociabilidad y violencia que se manifiestan en los mencionados sectores con mayores índices de pobreza y victimización 


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